miércoles, 22 de julio de 2009

Un día difícil

Después de casi 4 horas de espera el tren finalmente llegó.

Para nuestra desgracia venía repleto y la única cabina desocupada tenía al menos 20 latas de cerveza vacías y tiradas en el piso y por supuesto un penetrante olor a cebada y charcos marrones en el piso. Nos quedamos ahí, no teníamos otra opción.

Por cierto, desde la estación nos acompañaba un chico serbio que se rió con nosotros por el incidente del borrachito y nos platicaba lo arrepentido que estaba de no haber tomado su coche. Al menos no estábamos tan solas, pero la realidad es que la mitad de lo que dije o de lo que él dijo no lo recuerdo y no precisamente porque yo haya sido la que se tomó las 20 latas del piso, sino porque estaba en exceso cansada.

No pude dormir absolutamente NADA en el tren, ni siquiera 5 minutos. Se me iba la cabeza y mis ojos estaban irritados, pero estaba preocupada y además me dio por velar el sueño de mi hermana, casi pude disfrutarlo tanto como ella, me gusto observarla en paz mientras de vez en vez recorría los paisajes campestres de Eslovenia y después de Italia.

A las 10 am llegamos a Venecia. Tenía la esperanza que el vuelo se hubiera retrasado, pero no fue así, al llegar al aeropuerto nos informaron que lo habíamos perdido.

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